Aunque muchos pretendan negarlo, son dos Argentinas enfrentadas, quienes
van más allá, aseguran que es una Argentina pero fragmentada. El dilema, es reconciliarlas ¿seremos capaces?
Por Oscar Dufour |
Todos nosotros podemos evitar este clima. Pero ¿es la realidad la
que está polarizada y no la gente? Hablamos de una Argentina y resulta que
existen dos, el off político nacional se expresa por lo bajo de esa manera, no
seamos hipócritas. Para solucionar los problemas primero tenemos que
reconocerlos y sincerarnos. Todo es discusión, y la mayor de las veces está
ausente el debate fructífero, le gana la discusión chata y estéril; pero no es
un mal solamente de los ciudadanos; es un mal que implacablemente alcanza
siempre a la clase dirigente de turno, que ostenta la elevada incapacidad de
promover o renovar acuerdos y consensos entre los distintos dirigentes
políticos, sociales o gremiales, no respetando así, muchas veces el voto de la
gente.
No promovemos la tolerancia recíproca
para reconciliar las dos Argentinas, y caemos siempre en la misma trampa,
¿cuál?, la de la hegemonía consentida o hegemonía intolerante; la historia nos
señala que como sociedad no hemos aprendido nada de nada, y no me refiero a los
agentes de los intereses anti argentinos que operan finamente desde la génesis
de nuestra Nación, me refiero a nosotros, los comunes, que año a año
profundizamos una división irreconciliable en nuestro País, y es una división
que tiene nombre, un solo nombre, “grieta”.
No es pasión o sentimiento como
nos plantearon los escritores y filósofos Eduardo Mallea y Víctor Massuh, en
las dos Argentinas que pregonaron en los ’30 y en los ’60 respectivamente; anteriormente
con algunos matices, ya lo habían hecho el poeta y filósofo Olegario V. Andrade
en 1860 y posteriormente el filósofo Alejandro Korn en 1912, donde se
refirieron a los dos países, las dos políticas. Con otra mirada, hay quienes aseguran
por el contrario, y sostienen que debemos aproximarnos a la Argentina real, la
única que existe. Me vuelvo a preguntar entonces ¿la única que existe? Concluyo
en este tramo, que superar la sensación, la mirada, la visión de la existencia
de una Argentina irreconciliable es la misión de políticos e intelectuales de
hoy, y ahora, no más tarde o después para las generaciones futuras, es ahora.
Me resisto a considerar las visiones apocalípticas del
nacionalismo tradicionalista y la izquierda vernácula revolucionaria, lejos de
los extremos, intento apoyarme en la moderación y el razonamiento equilibrado y
plural, pero no alcanza para contrarrestar a los dogmas atrasados en el tiempo,
no solo en nuestro País, sino en el mundo entero. A esta negación de la
política, le respondo que es necesaria más acción política, pero con una mejor
calidad de políticos, es decir de nosotros mismos como sociedad hacedora de
dirigentes.
Cara y contracara de la
historia Argentina
Son 200 años de existencia, son
200 años del nacimiento de dos Argentinas, son 200 años de la doble brecha que
mantiene dividido al País, para entender ¿Por qué los Argentinos somos así?
Emerge en la génesis un rostro
difuso, con el Virreinato del Río de la
Plata (constituido en 1760 por orden de la corona española) interesado
fundamentalmente en las minas de oro y plata de las colonias americanas,
históricamente de fuerte influencia a una de las dos Argentinas. El 1800 (En
medio de un conflicto entre España, Inglaterra y Francia, nos independizamos
políticamente) Inglaterra no tenía real interés en el control político de las entonces
colonias, sino en el económico que logró mantener a lo largo de las centurias.
La Semana de Mayo 1810 tuvo como
protagonista a dos grupos bien definidos, los que querían una real independencia
externa y crear una nueva Nación, y los que querían crear un poder con
dependencia externa.
Una dualidad, que continúa en una línea de tiempo con Republicanos
y Monárquicos, Morenistas y Saaveristas, Buenos Aires y Asunción; el Puerto y
las Provincias; Directoriales y Artiguistas; Unitarios y Federales; Rosistas y
Antirrosistas; Autonomistas y Nacionalistas; Conservadores y Radicales; Civiles
y Militares; Peronistas y Antiperonistas. De esta manera, se configuraron en
nuestra historia dos líneas de pensamiento políticos antagónicos; la línea
nacional por un lado y la línea liberal por otro; dos proyectos de País, que con sus diferentes
matices predominaron uno u otro de manera alterna, pero en coexistencia
permanente.
La línea nacional encarnada por caudillos federales y grandes líderes
populares, es una de las dos Argentinas,
intentaron desarrollar y consolidar modelos económicos autónomos con
distribución de la riqueza, basados en el proteccionismo industrial y las
economías regionales, defendieron los intereses de las Provincias,
revalorizaron la cultura popular y la conciencia nacional. La línea liberal, unitaria, históricamente
integrada por los hombres del Puerto de Buenos Aires, las minorías ilustradas,
las élites aristocráticas, que sostenían el modelo agroexportador dependiente,
basados en el “librecambio”, y defendían sólo los intereses porteños, y
fomentaban los valores culturales europeos, dejando de lado todo lo nativo y
popular. Aunque a no pocos les moleste este ejercicio de memoria, es así y es
irrefutable.
En busca de una solución armónica
A diario la vemos, muchos la
sufren, ya que se presentan dos proyectos antagónicos e irreconciliables, no es
nueva, es histórica y constitutiva de nuestra Nación, son las dos Argentinas. Me preguntaba al
comienzo de este breve ensayo, si seremos capaces de reconciliarlas en medio
del fuego cruzado de intolerancias, la soberbia aflora en las dos, y siempre
son los mismos los perjudicados.
Desde hace bastante tiempo, y no
sin razón histórica, la consigna parece ser la memoria, y la restauración de la
misma, que nuevamente vuelve a ser la memoria de los vencedores sin importar
¿Quién? o ¿Quiénes? se hace necesario también el olvido, puesto que como decía
el filósofo Victor Massuh “el olvido no
juzga, sino que restaura la inocencia. Es decir, uno reconoce naturalmente que
el enemigo es un ser humano, un potencial compañero, el punto de partida de una
nueva alianza; no se pregunta qué hizo. Sólo pregunta qué quiere hacer en
adelante, si será el interlocutor de un proyecto para colonizar otra vez el
futuro. A través del olvido se abre paso la dimensión inédita del futuro.”
En la búsqueda de una solución
armónica para la reconciliación de las dos
Argentinas, o la reconstitución de la Argentina fragmentada como les gusta
decir a algunos, aunque polémico, la
importancia del olvido se hace central y tal vez sencillamente eficaz. Decía
recordando a Massuh que el olvida no juzga, radica en que no pide cuentas, pide
nada más que proyectos en común y en que sólo su presencia puede crear el clima
necesario para la reconciliación. Planteado así, no es proponer una abolición
de la memoria ni una forma de amnesia, ya que esto constituiría lisa y
llanamente, una negación de la historia.
Por el contrario, la voluntad de
olvido es un descanso de la memoria, una pausa. La pausa que hace posible la
reflexión para una solución armónica y superar la “grieta” de las dos Argentinas enfrentadas. ¿Seremos
capaces como sociedad? ¿Los políticos que elegimos, serán capaces?
En conclusión: ¿Dos Argentinas? ¿Sólo dos?, desde distintas perspectivas
ideológicas se han destacado la existencia de dos Argentinas; donde hasta 1983 se desarrolló en un contexto
faccioso y conflictivo. No es algo que llegó de la noche a la mañana, como
decía con mucha razón el escritor Ezequiel Martínez Estrada, la nuestra es una “Historia
Apasionada”.
La prosperidad de una Nación se
logra a partir de consensos entre fuerzas antagónicas, aceptar la
inevitabilidad de los opuestos permite una lucha más noble; en esa contienda y
ante el dilema de reconciliarlas, me
quedo con la de “los sueños”, la de San Martín, Belgrano y otros próceres; la
que valora la fraternidad, libertad, igualdad y justicia. Está en cada uno de
nosotros como interpretamos su legado.
Bs. As., Marzo 29 de 2016.-
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