Por la dimensión que tiene el
Peronismo, ya septuagenario movimiento político, creado con ideales bien firmes
por el tres veces Presidente de la Nación Gral. Juan D. Perón, cada vez que se
disputa una interna política en el seno del PJ, es de fuerte impacto nacional. Halcones y palomas
Por Oscar Dufour |
El 17 de Octubre de 1945, junto con el nacimiento de un líder y
estadista como lo fue el tres veces Presidente de los argentinos Juan D. Perón,
paría el Movimiento Nacional Justicialista; nacía entonces un País con Justicia
Social, que construyó los cimientos de una Nación soberana con justicia y
legítimo protagonismo del pueblo, que supo conformar al movimiento obrero
organizado como columna vertebral de un modelo de Nación, donde la distribución
de la riqueza y el trabajo digno, resultaron los pilares fundamentales de una
Argentina con inclusión. El Peronismo fue generador de una legislación que
dignificó a la familia, antes de Perón no había nada, y cuando digo nada estoy
diciendo literalmente eso, la carencia de toda clase de derechos. Junto con los
derechos de los trabajadores, surgía promisoria desde la Quiaca a Tierra del
Fuego, la industrialización del País y así también emergía la esperanza de un
pueblo.
Con sus aciertos y también con sus errores, nació una tercera posición política el
Justicialismo, para la época inédita y revolucionaria al mismo tiempo, que
alejaba a la Argentina de la “guerra
fría” entre las grandes potencias EEUU y la URSS y su órbita de poder; en el
Peronismo no solo se deja fluir libre a los sentimientos, a diferencia de las experiencias marxistas que combatían
toda forma sentimental o del liberalismo que ningunea todo aquello que esté
fuera del goce material individual, sino también lo pone en valor como atributo
dentro de la formación política. Posiblemente en esta cuestión, radique gran
parte de las capacidades y reservas morales de este gran movimiento político, que desde entonces convoca las masas,
simplemente porque las interpreta.
El Peronismo siempre tuvo sus matices políticos, ocurrió en los primeros
10 años de poder, en los dieciocho siguientes de proscripción con el
protagonismo de la “resistencia”, en
los ’70 durante la tercer Presidencia de Perón transitado entre la “violencia política” y el “entorno casi inquebrantable de López Rega”,
o como recientemente ocurrió durante los gobiernos de Néstor y Cristina
Kirchner con la “transversalidad” y
muchas veces su elevada dosis de “intolerancia”
política. Muerto Perón, los
responsables de turno se caracterizaron por tener al Partido Justicialista “cerrado”, solo utilizable como “estructura electoral”. Recuerdo siendo
muy joven, mis tres encuentros con un General Perón ya anciano, todos fueron
breves y merced a la generosa voluntad de José María, Antonio y Roque, me
reservo sus apellidos, todos veteranos dirigentes que pertenecieron al Club del ´45; destaco el último a
comienzos de 1974, donde Perón insistía que la “clave para la convivencia política era la TOLERANCIA”. Los quería a todos “dentro”, expresaba “es que
algunos no están del todo convencidos”, “hay que darles tiempo” decía. Con
el desparpajo de mis 18 años, -y ante el codazo de José María- le pregunté ¿General, que va pasar con el Partido
Justicialista el día que usted se muera?, la respuesta es textual “como están dadas las cosas, se va a
polarizar, son ustedes los jóvenes los que tienen la responsabilidad de
evitarlo”.
A casi tres cuarto de siglo de uno de los hechos más importantes de la
historia Argentina, y ya en pleno siglo XXI a 40 años de mi último encuentro
con el General Perón, y recordando el nacimiento de otro País, el que muchos
habían soñado e intuido durante largo tiempo, que no era otro que el espíritu
de una Nación presente, ante un pueblo que estaba protegiendo junto con ella su
porvenir, con mis sesenta años a cuestas, no
deseo políticamente otra cosa que un Peronismo unido, donde no haya ni halcones ni palomas, un Peronismo que
cobije a todos sin odios ni rencores, donde podamos sentirnos simplemente
Peronistas.
Conocimos la lucha, la persecución, la muerte, pero por sobre todas las
cosas, el inmenso honor de pertenecer al Movimiento Nacional justicialista.
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