LUCES & SOMBRAS Se cumple un mes de la muerte del Sacerdote Juan Viroche, un crimen que apunta al narcotráfico transnacional con ramificaciones vernáculas. La Justicia argentina pareciera anestesiada en la causa y un Fiscal, que en su accionar, deja más dudas que certezas.
Por Oscar Dufour | 
El narcotráfico encuentra en la Iglesia Católica Argentina una barrera infranqueable, lo expresó puntualmente la Conferencia Episcopal en su 110º Asamblea Plenaria de noviembre de 2015 en el documento titulado “No al narcotráfico, sí a la vida plena”, en clara sintonía con el compromiso social requerido por el Papa Francisco“La plaga del narcotráfico, que favorece y siembra dolor y muerte, requiere un acto de valor de toda la sociedad.”
Así lo exteriorizaba en mi editorial a escasas horas de haber sido encontrado muerto el Sacerdote Juan Viroche, un integrante de la Iglesia Católica comprometido con una constante lucha de años contra el flagelo de la droga y el narcotráfico. A horas cumplirse un mes de su asesinato, este cura encontrado con golpes en las costillas derechas, en la rodilla izquierda, a un costado de la pierna derecha, rasguños en el pecho, un “taladro” incrustado en la boca, y un alambre trenzado alrededor de su cuello dejándolo cuasi decapitado; contradice contundentemente la hipótesis de suicidio con la que insiste el Fiscal de instrucción, Diego López Ávila, de fuertes vínculos con el ex Gobernador de Tucumán José Alperovich.
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El informe oficial del cuerpo médico forense, revelaba que el cadáver no presentaba escoriaciones que indicaran forcejeo alguno. Tampoco había huellas que hicieran presumir que había sido víctima de un ahorcamiento manual. Pareciera que se referían a otra persona y no al Sacerdote Juan Viroche, ya era evidente en ese dossier que hipócritamente afloraba la miseria y la especulación humana.
Este espantoso escenario, indica como en otros casos similares, la alta probabilidad de que nunca sepamos quien o quienes fueron los autores materiales y/o intelectuales de este asesinato, que golpea al corazón de los argentinos, al Papa Francisco, y a toda la Iglesia Católica. Pero nada ni nadie podrá borrar ni con artilugios legales, ni con encubrimientos solapados e hipócritas, la certeza de que la muerte del Padre Juan Viroche, es un salvaje asesinato que “golpea en los dientes” a quienes como él decidieron enfrentar las “mafias”, y tratar de ponerse la “Patria al hombro”.
Lo que hicieron después de su muerte “es de manual”, al tiempo que perverso al intentar desviar no solo la investigación, sino plantar dudas con diferentes hipótesis en la opinión pública -unas veces temerosa otras influenciable- con la finalidad de diluir el centro de la cuestión y alejar a la verdad expresando relaciones privadas, por un lado que tenía un vínculo sentimental, por otro que vestía una remera del “Che” Guevara. Me pregunto si esto era así, ¿Y QUE? Su preocupación eran los pobres, en su Provincia, todos saben que lo poco que tenía lo compartía con ellos.
¿Aprenderemos alguna vez la lección? ¿Creceremos como Nación? ¿Tomaremos conciencia que el ciudadano en una democracia con el “status” que ostenta, tiene como sociedad más poder que el “llamado poder”? Pero claro, primero tenemos que ser honestos con nosotros mismos, aún hasta en nuestro pensamiento, y luego exigir de nuestras autoridades, que cumplan con la misión para las que se los ha elegido, que estén a la altura de la circunstancia con el compromiso asumido, y sino que se vayan que vendrán otros mejores.
El miedo paraliza, el narcotráfico mata, y la corrupción carcome poco a poco un tejido social sensible hasta apoderarse de todo. Esta vez, aunque sea una vez, intentemos demostrar que no somos socios de la impunidad, que no vamos a estar anestesiados, porque como el Sacerdote Juan Viroche luchaba con la consigna “Por un Pueblo sin drogas”- aunque en soledad y aisladamente- hay otros que con la misma intensidad le ponen el pecho, como el Padre Eduardo de la Serna del Grupo de Curas en la Opción por los Pobres, o el Padre José María “Pepe” Di Paola, encargado de la Parroquia San Juan Bosco situada en la localidad bonaerense de José León Suárez, por citar dos Sacerdotes entre tantos; o el Diputado porteño y titular de “La Alameda” Gustavo Vera, por citar uno entre tan pocos; o el Presidente de la Democracia Cristiana de CABA Carlos Traboulsi un tenaz defensor de la familia, por mencionar un político entre aún menos.
Cuando un Sacerdote cae muerto de esta manera, es como si con él silenciosamente muriera también una gran parte de la sociedad, por lo tanto aún estamos a tiempo, no miremos para otro lado, aunque en vida lo hayan dejado solo hasta sus pares y Obispo, quien llegó a expresar “la función de los curas no es denunciar dealers sino dar contención al adicto”.
La de Tucumán, lamentablemente no es otra que la realidad de Argentina.
Los que quieran oír… que oigan

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